domingo, 7 de febrero de 2016

Vanguardias.

La marea de la modernidad azoto de manera semejante a la filosofía y las artes visuales, pintura y escultura.

La ilusión de alcanzar un saber de igual naturaleza al científico, pese a los tropiezos que en este sentido habían sufrido en el pasado Descartes y Spinoza, nunca había sido abandonada del todo, el fútil esfuerzo por dotar a la filosofía de este tipo de saber, con el avance de la ciencia, trajo como consecuencia su descrédito, ante sus pobres resultados.

Esta ilusión fue perseguida de igual forma, por las vanguardias estéticas de finales del siglo XIX y principios del XX, estas no buscaban un saber, pero si el modo de reflejar con fidelidad la modernidad caracterizada  por la máquina y la velocidad. 

El espíritu que animó tanto a la filosofía, la pintura y la escultura en esos días, fue el mismo, revitalizar un tiempo que se experimentaba en decadencia.

En palabras del colectivo austriaco Sezeccion, la tarea del arte a partir de entonces se resumiría en la siguiente declaración “Der Zeit ihre Kunst, der Kunst ihre Freiheit”, (A cada época su arte, al arte su libertad), de ahí que en un tiempo marcado por los avances técnicos y científicos, si la pintura y la escultura querían igualar sus éxitos, tendrían que igualar también el  ritmo de sus logros.

Expoliadas por la necesidad, de expresar de manera superior a lo acontecido anteriormente, las vanguardias estéticas iniciaron una carrera al abismo.

Si se trataba de reflejar el espíritu de los tiempos, y si ese tiempo se caracterizaba por la velocidad, el movimiento y la máquina, pese a los esfuerzos en este sentido  de tendencias pictóricas como los futuristas de Marinetti,, era imposible que llegaran a rivalizar en fidelidad, con la cámara fotográfica y el cine.

Constreñidas la pintura y la escultura a representar la realidad confinadas a los mismos primitivos rudimentos desde los tiempos del antiguo Egipto, la obsolescencia  tecnológica, marco el derrotero que habrían de seguir, por ello, reivindicaron para si, el dominio del color y las formas, cada vez más expresivas de las emociones, pero al precio de alejarse cada vez más de lo que veía el ojo humano.

Esto dio pie, a que el gusto por la pintura, fuera confinado en un grupo cada vez más selecto de expertos que podían entender el lenguaje abstracto del arte, lo que dio pábulo a la caída del mercado del arte con la llegada de la economía de masas, que dependía de un número cada vez mayor de consumidores, y no ya, del patronazgo de un reducido número de personas.

El desplazamiento del lenguaje del arte, no fue ostensible incluso con la ruptura de la tradición académica de Delacroix, después de todo, los motivos en la pintura, siguieron siendo los mismos, es decir el mundo exterior, así como por esos años en la filosofía de Marx, Schopenhauer y Nietzsche,  tenían algo que decir.

La verdadera ruptura de la filosofía y la pintura, se produjo a comienzos del Siglo XX, por una parte la filosofía de Wittgenstein, reducía los problemas de la filosofía a los del mero lenguaje, Heidegger a su vez, instituirá el gusto por un lenguaje para arcanos.

Las vanguardias estéticas se volvieron reflexivas, su mirada cambio de dirección, volviéndose a su vida interior, tratando de comunicar emociones, como fue el caso del expresionismo alemán.

No obstante, en el ansía desbocada de superar el pasado inmediato, las vanguardias fueron reduciendo cada vez más su expresión a la forma puramente significativa, volviéndose cada vez menos comunicativas.

Si de lo que se trataba era de expresar el espíritu de los tiempos, ahora se iban a necesitar subtítulos, tal es el caso de las obras de Mondrian y Kandinski.

La resaca conservadora a todo este espíritu revolucionario vanguardista, llegó en la década de los 60s y 70s, en filosofía con las corrientes postmodernistas y estructuralistas y  en el arte, con el arte pop, una de las tantas tendencias deudoras de aquella vorágine vanguardista, estas expresiones, ya no trataron de revolucionar nada, sino de acomodarse a las circunstancias de su tiempo.

Andy Warhol por ejemplo, se percató de que en una economía de masas, ya no había cabida por el artista en el sentido tradicional, a menos que quisiera vivir como pordiosero, de lo que se trataba ahora era de ganar dinero.

Así, la pintura y la filosofía se sumergieron en un marasmo del que hoy en día no ha sido del todo posible escapar.

Sotelo27@me.com





















domingo, 10 de enero de 2016

Lo Bonito no es Arte

Podemos valorar una obra de arte a partir de dos criterios, la técnica y la Idea.

No obstante, existen artistas que hicieron de la técnica, manifestación sensible de una idea, y no sólo gala de virtuosismo, por ejemplo, Johannes Vermeer, pero sobre todo, las vanguardias estéticas del siglo XIX y XX, en particular, el futurismo de Marinetti y su obsesión por el movimiento.

Dentro de los dos criterios anteriores debemos considerar, para el caso de la técnica, proporción, composición, combinación de colores, luces y sombras, materiales, criterio con el cual podemos volver a subdividir una obra en acuarela, fresco, óleo etc., así como re-juego de las formas, lo que constituyen las cualidades objetivas de una obra (perdón por lo arbitrariamente conciso, pero lo que me interesa destacar está en otra parte).

Las cualidades subjetivas de una obra de arte, podemos considerar lo constituyen la manifestación sensible de su Idea según Hegel, aquí es donde se complica el tema, si observamos la evolución de la Idea detrás de las obras maestras, durante bastante tiempo dominó el concepto de belleza, como criterio para definir que era arte de lo que no lo era.

Para finales del siglo XIX, con la llegada de las vanguardias estéticas, habidas de nuevas concepciones, se desplazó el concepto de belleza, como criterio de demarcación, esto como consecuencia de la necesidad de romper con el pasado, del que el criterio de belleza, se consideraba su mascarón de proa.

Para las vanguardias, la belleza era un criterio excluyente. La discriminación, antes una facultad positiva (que significaba "juicio refinado, elevadas expectativas, exigencia"), se volvió negativa y significó "prejuicio, intolerancia, ceguera ante las virtudes de lo que no era idéntico a sí mismo" Susan Sontag dixit.

De esta forma, adquirió carta de legitimidad el concepto de “interesante”, en sustitución al  de “belleza”, para distinguir a una obra de arte.

¿Qué es interesante? En principio todo lo nunca visto, desde un hombre defecar (en 2014, en la explanada contigua al Centro Pompidou de París, se exhibía un retrete dentro de cuatro paredes de cristal, en el que cualquiera podía acudir al llamado de la naturaleza, ante la mirada atónita o ¿no?,  de los  transeúntes), hasta las muy sofisticadas obras del expresionismo alemán agrupadas en los colectivos Die Brücke (El Puente) y Der Blaue Ritter ( El Jinete Azul).

El inconveniente que acarreó la incorporación del concepto de “Interesante” para demarcar las obras de arte, fue que condujo rápidamente a su comercialización y consumo, a la creación de un mercado de arte, en donde el carácter de auténticas obra maestras quedaba en entredicho.

La originalidad de las obras pasaba a segundo término, lo que acarreaba la paradoja, de que si lo interesante había sido lo nunca visto, ahora, como había presagiado Walter Benjamín en “La obra de arte en la era de su reproducción mecánica”, las tendríamos que ver en todas partes.

De la introducción de las  distorsiones del mercado en el mundo del arte, no fueron ajenos los creadores, tal vez en su descargo podemos decir, que lo hicieron por la mejor de las razones, buscaban socializar el arte, facilitando que las grandes masas tuvieran acceso a él, lo que provocó que de interesante, el arte pasara a aburrido en cuanto  se masificaba, abriendo una brecha entre arte popular y arte elevado, que quizá, nunca se había ido.

Olvidaban creadores y marchantes, que el arte actualmente, se caracteriza por ser un bien posicional, mediante el cual las élites (con mucho esnobismo a veces), buscan abrevar distinción y marcar distancias, en ausencia de un pasado aristocrático al cual apelar para sentirse orgulloso, Pierre Bourdieu en El Sentido Social del Gusto.  

Ya no se busca en el arte el placer de su contemplación, sino sólo la ornamentación, se ha dejado de buscar que el arte sea sublime o interesante y en su lugar se pide que sea bonito a consecuencia del fagocitar del mercado, de donde la creación a derivado todo con la comercialización y poco o nada con la inspiración.

Sotelo27@me.com


































domingo, 3 de enero de 2016

El Amor es un Pájaro Rebelde.

A instancias de varios amigos, accedí a escribir sobre el amor, tenía pensado hacerlo sobre la cuádruple raíz del principio de razón suficiente de Schopenhauer, tema que en todo caso, resulta más sencillo que sobre el amor y en especial en las mujeres.

En realidad creo que mis amigos, más que auspiciar mi novel  aspiración de escritor, en el fondo buscan dejar que corra con el riesgo de tratar con un tema tan complejo, que sea yo quien se atreva a exponer lo que pienso y más que nada, siento al respecto.

Por lo tanto, de antemano me declaro culpable de toda clase de errores y prejuicios que pueda tener el presente texto, ya que solo es una opinión personal, sin pretensiones de validez universal. Después de todo, la dificultad de hablar sobre el amor, es que nada, ni nadie nos enseña o prepara para esto.

Confieso que más que para equivocarme, mayor valor necesite para atreverme a proponer la publicación de un artículo sobre un tema como el de hoy, ya que pongo a la sección cultural de este medio, en el penoso umbral de una revista del corazón, como las que abarrotan los stands que existen a los costados de las filas para pagar de todos los  supermercados.

La dificultad al tratar del amor, radica en evitar la trivial tentación de dictar un listado de lugares comunes, sobre cómo actuar y que esperar, intento que por lo demás, cuando llega el momento, resulta obsoleto.

Pues bien, el amor, es como meterse en una tina de agua helada, se hace a tientas, poniendo a prueba nuestra capacidad de resistencia, aplicando el método de prueba y error que nunca garantiza el éxito.

En eso radica la excitación, temor y alegría del amor, está plagado de sorpresas, es como entrar en un cuarto oscuro, por más planes que se hagan, nunca se sabe lo que se va a encontrar dentro, sin embargo, hay que afrontar el peligro y correr el riesgo.

Ante el amor, la única actitud posible es decirse: “este soy yo y debería ser suficiente, sino lo es, no puedo hacer nada, no puedo salir de mi o dilatarme, en el intento de ser más, para agradar, porque si me salgo, dejo de ser yo y en nada me beneficia tal inflación”.

Ante el amor no correspondido, el único camino es el olvido, no obstante esto, elegimos sufrir,  como último gesto  de seducción, esperando de esta forma ser recompensados, lo cual no es cierto.

El amor es esencialmente capricho, no justicia, ni mérito, en todo caso oportunidad, y como en su reparto no hay equidad, es más bien injusto. 

El amor no obedece las leyes de la causa y el efecto, por eso nadie se enamora porque le manden flores, porque el amor, no es un hacer,  sino un sucede, es sin razón, sin causa y sin necesidad, es absolutamente gratuito, sino sucedió, simplemente no pasó.

En el amor, uno no pueda hacer más bien nada, lo cual es toda una ventaja, no tenemos que decidir de entre un sin fin de opciones, sino somos correspondidos, no queda más que sacudirse el polvo, seguir adelante, eso sí, siendo dignos en el sufrimiento.

Crecemos y vivimos intentando controlarlo todo, nos aterroriza la vulnerabilidad en la que nos coloca la idea de que para que nos correspondan sentimentalmente, nada podemos hacer realmente.

Arrinconamos con halagos y regalos a las mujeres, creyendo así podemos hacer brotar algún sentimiento, pero si esto tuviera algún efecto y la mujer cediere, sería cálculo y no amor lo que se obtuviere.

Nadie capto mejor la esencia inasible del amor que George Bizet, en la aria "L'amour est un oiseau rebelle", (El Amor es un pájaro rebelde), perteneciente a la ópera Carmen.

El amor es un pájaro rebelde
que nadie puede domesticar,
y no vale de nada que uno lo llame
si él prefiere rehusarse.
De nada sirven amenazas ni plegarias.
Este habla bien, el otro es callado;
y yo prefiero al otro.
No dijo nada, pero me gusta.
El amor es un niño gitano,
que jamás conoció la ley.
Si tú no me amas, yo te amo;
y si te amo, ¡cuídate de mí!
El pájaro que creías domesticado
bate las alas y remonta vuelo...

Por eso amigos, pónganse cómodos, y dejen de preocuparse, porque  al final, las únicas que deciden son las mujeres, eso sí,  solo hay que decir ¡presente¡


             sotelo27@me.com
































domingo, 27 de diciembre de 2015

La Gran Manzana.

Nueva York, 17.12.2015.- Cada viaje que emprendemos, es una pregunta que nos hacemos, es una forma de interrogarnos sobre la persona que seremos después de eso, al menos, esa es mi particular forma de vivir los viajes.

Luego de haber postergado, por más de nueve años mi viaje a la ciudad de Nueva York, decidí llevarlo a cabo, como ya es normal en mi, las semanas previas al viaje, fui víctima de toda clase de achaques hipocondriacos, náuseas, nerviosismo, insomnio etc.

Sin embargo, la excitación por la aventura es mayor y la confianza en la idea de que la experiencia suele ser mejor a cualquier expectativa imaginada, me ayudó a superar la incertidumbre, causada por lo intimidante que me parecía esta ciudad.

De todas las ciudades de Estados Unidos, Nueva York, tiene para mí una importancia particular, es la capital contemporánea del capitalismo global, culturalmente es una moderna Babel, por sus calles deambulan personas de una pluralidad de nacionalidades, lo que crea un murmullo de fondo indiscernible, compuesto por todo clase de idiomas.

                                                   Los Museos.

Nueva York, goza de una vasta red de museos y galerías de arte, que no es posible recorre a conciencia en una sola vida, en su defecto, gozando de mi estatuto de turista, me dedique a recorrer solo algunos que para mí tenían un interés particular, intentando robar con la mirada un poco de su  belleza y establecer de forma figurada, un vínculo, en esta caso visual, que me permitiera de manera imaginaria volverme parte de su historia.

De los tres museos que pude visitar, Museo de Arte Moderno (Moma), Museo de Arte Natural y Museo Metropolitano de Nueva York (MET), el Moma, fue del que quede mayormente impresionado.

Su 5º piso, es dedicado a los pintores expresionistas, impresionistas y abstractos, por sus paredes  cuelgan pintores como Gauguin, Van Gogh, Monet, Cezanne, Modigliani, Matisse, Rothko, Seurat, Chagall.

Así como pintores de una de las dos ramas en las que se dividió el movimiento expresionista Alemán de la primera mitad del siglo XX, Kandisky, en un primer momento y Max Ernst, miembros del movimiento, Der Blaue Ritter, resultando el conjunto de las obras expuestas en su 5º piso, de tal riqueza y variedad, que no recuerdo con facilidad haber observado en el Louvre de París o Bode de Berlín.

Tres  obras de la sala ubicada en el 5º piso, sin embargo, son en mi opinión imprescindibles visitar, La Señoritas de Avignon de Picasso, La Persistencia del Tiempo de Salvador Dalí y Noche Estrellada de Van Gogh.

Posteriormente descendí al piso 2, a la sala dedicada al Arte Contemporáneo, donde la obra de Jackson Pollock, se exhibe, a la cual el MOMA, destina regiones enteras, y no podía ser de otra manera, Pollock representa la ruptura del arte comprometido con alguna ideología o causa, flota en el aire sin asirse a ningún discurso, a diferencia de las corrientes pictóricas anteriores, la obra de Pollock se ajustó y anticipó a las futuras necesidades ideológicas del mundo occidental después de la Segunda Guerra Mundial, porque si el arte de alto valor, era para consumo exclusivo de las clases adineradas, tenía que ser despojado de cualquier tipo de alusiones incómodas, tanto sociales como morales.

                                            Diego Rivera y John D. Rockefeller.

El Rockefeller Center, monumento del poder de las corporaciones capitalistas, fue escenario de una insospechada disputa ideológica, en 1932, le fue conferido el encargo a Diego Rivera de elaborar un mural que adornará el vestíbulo del imponente Centro Rockefeller, emblema del capitalismo global y símbolo de la confianza en si mismo, como lo atestigua la escultura de Atlas (alegoría al capitalismo) sosteniendo al mundo, enclavada a la ribera de quinta avenida frente a la Iglesia de San Patricio, idea que por cierto, retomaría la escritora Ayn Rand, para titular su obra más sobresaliente y que sería en mi opinión el origen del mito fundador del neoliberalismo.

La encomienda le fue confería a Diego, a expensas del gusto que por su obra tenía la esposa de John D. Rockefeller, quien finalmente cancelaría el proyecto del mural para el centro Rockefeller, ante la negativa del pintor de excluir de la obra, al ex-líder de la Unión Soviética Vladimir Lenin, cuyo rostro figuraba en el mural, que luciría, en la entrada principal de lo que que se pensó, sería la catedral del capitalismo mundial, casi una blasfemia!, cuando menos así lo creyó John Rockefeller jr. Y el mural fue sustituido.

Bajo Manhattan.

Cuando se piensa en las grandes capitales de los países más industrializados y capitalistas del mundo, lo primero que se viene a la mente es el bullicio y hasta cierta frivolidad, pero se olvida, que precisamente en esas ciudades, existen enclaves intelectuales, que se rebelan al discurso y estética dominante.

Es el caso de las  zonas bohemias y de gran actividad artísticas e intelectuales, que se encuentran en el Soho y Greenwich Village, en la zona conocida como el bajo Manhattan, y en las que precisamente por esto, se da, ese característico fenómeno post-modernista, de convertir lo autentico y subversivo en comercial, desde aquí escribo, en uno de los bares emblemáticos de este barrio, sin ganas de irme, pensando que sin duda volvería a Nueva York, donde no todo es tiffanys o 5ª Avenida.

      












domingo, 13 de diciembre de 2015

Quiere Marx quitarme mi Iphone

No obstante que una sociedad igualitaria crea mejores condiciones de vida para todos, hay quienes ven en el establecimiento de un estado igualitario, el final de la civilización.

Establecer condiciones de igualdad social, solo puede ser posible por medio del único ente que trasciende y comprende a la vez, a todos los seres que componen la sociedad: El Estado.

El mecanismo mediante el cual el estado puede hacerse con los recursos para emprender una acción política con el fin de abatir las injusticias sociales, es la recaudación fiscal progresiva, es decir, paga más, quien más gana.

Los recursos así obtenidos se destinan al financiamiento de la educación y salud pública y gratuita, y no sólo a la seguridad pública, como pretenden lo que se oponen a un estado de bienestar social, los neoliberales.

Porque destinar cada vez mayores recursos en seguridad pública, tomando en consideración que los delitos patrimoniales son los de mayor incidencia, terminaría por subsidiar al estrato más alto de la sociedad, al ser el que más tiene que perder.

Huelga decir, que un un entorno de pleno empleo y seguridad social, la tasa de criminalidad suele desplomarse, por el contrario, en un contexto de fragilidad laboral y económica, en escenarios de gran concentración de la riqueza en detrimento de la mayoría de la población tiende a incrementarse.

Tomo por ejemplo de lo anterior a la ciudad de Viena, acostumbrado de que en nuestro país la discusión sobre la seguridad, la dominen temas como el alumbrado público y un incesante, como dispendioso patrullaje, quede sorprendido de la oscuridad en las calles de la capital Austrica y su casi nula presencia policiaca.

No se puede más que concluir--que no podría ser de otra manera--en una ciudad (Viena) donde no existe la segregación social, donde ricos viven junto a trabajadores, porque la pobreza tal y como la conocemos en México no existe, precisamente por eso, porque las condiciones laborales son favorables al trabajador y además existe empleo, la seguridad es un tema resuelto como consecuencia de aquello.

Pese a lo evidente que resulta lo precedente, hay quienes insisten en sostener falsas teorías, otros llegan a responder que la idea de una sociedad justa es buena, incluso deseable, pero es solo eso, una idea, que no es posible poner en práctica en la realidad por sus costos, ya que el mundo “funciona” de otra manera, y todos tenemos que pagar por él, por eso es necesario privatizar todos los bienes y servicios a cargo del estado, lo paradójico es que este realismo y falsa responsabilidad, desaparece cada vez que hablamos de aumentar las tasas impositivas sobre el capital ocioso.

La expresión que se opone al estado de bienestar, esto es, a la educación, salud y servicios públicos gratuitos, como parte de la responsabilidad del estado y por ende a una mayor carga fiscal sobre los que más tienen para financiarlos, como ya mencioné, se llama Neoliberalismo, en el fondo, un conservadurismo, ya que tiende a proteger a los más ricos y coloca en condiciones azarosas a los que menos tienen.

Los neoliberales han explorado toda clase de argumentos con el propósito de justificar su codicia, desde el punto de vista ético, han usado la libertad de todo individuo a ser dueño del producto de su trabajo, en principio, nadie podría estar en desacuerdo con esto, el problema radica en que no todos tienen trabajo y el trabajo de muchos apenas da para garantizar un día de alimentación, por lo cual, no puede existir libertad, si las alternativas de los trabajadores, quedan enteramente en manos de su empleador que puede imponer cualquier tipo de condición.

Otra argumento que acostumbran invocar los neoliberales, es atribuir todo progreso material y tecnológico a la concentración de la riqueza, lo cual no es cierto, porque desconoce la contribución que millones de trabajadores realizaron para tal propósito y porque las condiciones para que la vida empresarial fuera posible sólo se lograron, después de que el estado, es decir, el conjunto de la sociedad, dotará a los emprendedores de las mejores condiciones para su desarrollo, efectuando las inversiones más riesgosas, al respecto Mariana Mazzucato en The Entrepreneurial State: debunking public vs. private sector myths, es contundente demostrando lo anterior.

Matizando, un sistema fiscal progresivo, no tiene porque ser confiscatorio, actúa simplemente en función de un principio muy básico, quienes mayores beneficios obtienen de la sociedad, más deben devolverle a ella.

La dificultad para procesar cualquier idea justicia social y de redistribución material radica en la errada creencia de que todos los bienes presentes y futuros, les pertenecen por entero a los neoliberales, aún aquellos que ni siquiera está en su posibilidad retener legítimamente, como es el caso de los impuestos, de aquí que vean como un robo a su persona, el usar la vía impositiva.

Por esto, hablar de un estado socialista de bienestar en el siglo 21, no involucra la expropiación de los bienes particulares de la mayoría de la población, sino la recuperación del papel del estado en el diseño de un marco jurídico e impositivo igualitario.

sotelo27@me.com





domingo, 8 de noviembre de 2015

La Amabilidad.

Es posible encontrar dentro de las reflexiones de un filósofo pesimista como Schopenhauer, algunas a las que se les conceda un tono diferenciado al acostumbrado, por ejemplo, cuando se ocupa de los animales hacia los cuales tenía en gran aprecio y a ciertas reglas del trato entre los humanos, cuando ya no hay más remedio, a propósito de esto último escribiría: 

"La amabilidad es como una almohadilla, que aunque no tenga nada por dentro, por lo menos amortigua los embates de la vida".

Podremos no estar de acuerdo con Schopenhauer sobre la verdad de la cuádruple raíz del principio de razón suficiente que sustenta su filosofía, pero la verdad de que la amabilidad amortigua los golpes de la vida resulta tan clara y cierta, que pocos se atreverán a negarla.

En mi opinión, Schopenhauer, bajo la influencia de Kant, identifica la amabilidad con la experiencia estética, la cual se caracteriza por ser una finalidad sin fin, lo que provoca un sentimiento de agrado desinteresado.

Al igual que con la contemplación de la belleza, la estructura de las emociones implicadas en la experiencia de la amabilidad es de tal naturaleza, que se es amable, porque ella misma es causa y motivo de la satisfacción que provoca.

En un sentido más amplio y haciendo excepción de los psicópatas, es innegable que no podemos sustraernos de las reacciones que provocan nuestras acciones en nuestros semejantes.

Al respecto, recientes investigaciones científicas corroboran esta afirmación cuando señalan, que existen las llamadas neuronas espejo, que se localizan en la zona parietal inferior de nuestro cerebro, que se activan cuando una persona desarrolla la misma actividad que está observando ejecutar por otro individuo.

No obstante, la falta de reflexión, producto de una vida sumergida en una constante sucesión de eventos, no permite meditar en el significado de lo que hacemos, ni dotar de un sentido de continuidad a nuestras acciones, burlando de esta manera, la evolución de los procesos biológicos que posibilitan la empatía social, con la consecuencia de haber hecho de este mundo, un infierno alimentado con nuestra agresividad.

Nos encontramos en una encrucijada como sociedad, es difícil convencer a alguien de ser amable, cuando se encuentra asediado de problemas sociales y personales, cuando menos el estado de ánimo, no se está muchas veces para eso.

Pero  existe una ventaja, adicionalmente a sus cualidades esenciales, la amabilidad tiene también la de ser un hábito, que si es cultivado, operará automáticamente, podemos empezar con esto, la amabilidad como tal, no requiere más señas de autenticidad, por tanto podemos de cimentar algunas reglas de urbanidad.

Con la amabilidad aplica la ecuación ganar-ganar, porque no sólo nos permite sentirnos mejor, sino que además, creamos una dinámica social más sana, lo que nos ayudará a procesar y sino cuando menos a sobrellevar cualquier dificultad; no solemos imaginar nunca lo que un gesto amable puede originar, al igual que lo que un gesto agresivo puede desencadenar en la vida de demás.

Entiendo que pueda existir quien crea, que lo que le pase a otros no es su problema, por lo cual se sienta libre de actuar como sea o que la amabilidad es debilidad o cursilería, como en todo, siempre hay un margen de error residual, e incluso es mejor que así sea, porque nos permite por oposición ajustar nuestra actuación.

Después de todo, el mayor argumento sobre la pertinencia de ello, es la situación actual, que lejos está de poder considerarse como tersa, naciendo de aquí la necesidad por hacer de las relaciones algo más cordial.

La amabilidad en tiempos de escasez nos aprovisiona, de confianza en uno mismo y en el mundo entero, porque cada gesto positivo nos recuerda, que no todo está perdido y que siguen existiendo motivos para seguir luchando y estar vivos.

sotelo27@me.com





domingo, 25 de octubre de 2015

Más allá de la #Bicicleta #Cultural

Lo que en principio puede ser una buena idea, podría terminar repitiendo los vicios de aquellas de entre las que surge para cuestionar, destino en el que suelen terminar todas las tendencias contraculturales de nuestra época, de la que no escapa el uso de la bicicleta hoy en boga.

En principio debo confesar ser un usuario cotidiano de ella, no con propósitos competitivos, ni de convivencia social, no soy miembro de ninguno de los contingentes de ciclistas que ruedan por las avenidas, pese haber sido invitado.
De momento no es de mi interés participar.

En mi caso, incursionar en el uso de la bicicleta viene dado por necesidad, una lesión en el talón de Aquiles, me impedía salir a correr todos los días y en tanto me recuperaba, derive al uso de la bicicleta como una alternativa práctica de deporte y así decidí ir a comprar una.

La primera impresión al hacerlo fue de sorpresa, la practicidad a la que asociaba todo lo relativo a la bicicleta, se vio empañada por el abrumador universo de sus modelos y de sus precios que oscilaban de los 2 mil, hasta los cien mil pesos!!!

En este punto me vi confrontado a una primera dificultad ¿que bicicleta comprar?

Me considero una persona competitiva, pero no al grado de poder ganar el tour de Francia o la vuelta de España, aunado a mis modestos objetivos; solo pretendía salir a sudar y divertirme recorriendo la ciudad, por lo cual resultó fácil sobreponerme al shock de la variedad y opte por comprar la más barata.

En este punto, la convivencia con otros usuarios de la bicicleta fue inevitable y pasó "lo que tenía que pasar", las comparaciones no se hicieron esperar ¿que marca es tu bicicleta? ¿Es de aluminio? ¿Usas luces de led?¿Cuantas velocidades tiene? ¿Usa frenos de disco? ¿Cuánto te costó? Etc.

Me di cuenta que la respuesta a esta última interrogante, configuraba, en el rostro de mis interlocutores cierto gesto de reprobación, cuando no de burla, como ya expuse, mis motivaciones se inclinaban más a lo recreacional que a lo competitivo, por eso me resultaba absurdo, gastar decenas de miles de pesos en una bicicleta, que me daría igual servicio que otra que también fuera de dos ruedas, pero más económica.

Es deplorable que el ciclismo, se impregne con ese aire de irrealidad con que la frivolidad dota a todas las cosas que toca, haciendo de la imagen su idea reguladora. El uso de la bicicleta lo asocio a cierta simplicidad, por eso me parece un desastre el estrés que provoca la ansiedad que genera esa competitividad, no deportiva, sino social, medida, en términos de marcas y precios y no de rendimiento.

Esta superficialidad, acarrea una contradicción con respecto a una cualidad atribuida al uso de la bicicleta, que es la de ser ecológica, considere esto, el dispararse el consumo de bicicletas y accesorios, como consecuencia de esa carrera por la distinción cuyo blanco es el status social, implica mayor producción industrial y con ello, mayor generación de contaminación y basura, lo que revela, la real falta de reflexión y compromiso por hacer de esta una sociedad mejor.

Por otro lado, existe ya un creciente malestar mutuamente profesado entre automovilistas y ciclistas, quienes reclaman con igual narcisismo él uso de la ciudad, tanto los reclamos de algunos ciclistas, como los de los automovilistas, carecen de perspectiva de ciudad, y obedecen por igual a la intolerancia y a caprichos individualistas.

Al respecto, las autoridades tampoco han sabido que hacer, han reaccionado con lentitud y falta de imaginación, se habla de aplicar un impuesto a los usuarios de bicicletas o de echar más cemento a la ciudad, mediante la construcción de ciclovías.

Un profesional del urbanismo me comentaba que estos problemas se solucionarían, mediante una planificación que reordene e innove la ciudad, y en cuyos planes por supuesto, el uso de la bicicleta tiene un papel que desempeñar, pero no sólo ella, sino todos los medios de transporte.

Todo lo anterior solo se podrá lograr si logramos priorizar la idea de comunidad, por encima de la oportunidad de lucrar, hay que dejar de pensar que todo lo que es comercial beneficia efectivamente al conjunto de la ciudad, las experiencias históricas nos han enseñado que en realidad, los proyectos urbanos han terminado por beneficiar a unos pocos, que se aprovechan de las condiciones de vida del resto..

sotelo27@me.com